A partir de Sigmund Freud, el estudio de los sueños y del pensamiento onírico constituye un eslabón más en la cadena de procesos que desde la conciencia explícita, conducen a estratos oscuros de la metaconsciencia en donde están mezcladas confusamente realidades con fantasías, e incluso la telepatía o la clarividencia con las más raras precogniciones.
Los procesos psíquicos que se realizan mientras dormimos permiten que la actividad instintiva y espontánea del espíritu quede sustraída al control de la voluntad y la razón. Hay sueños de angustia y sueños de deseo. Las imágenes dependen de asociaciones, sensaciones externas, recuerdos de nuestra niñez, y otras causas, entre las cuales se hallan los sueños futuristas, es decir, aquéllos cuyo desciframiento permite conocer cuál puede ser la suerte más o menos futura, del durmiente-soñador.
Mientras el cuerpo descansa, el proceso psíquico sigue su actividad en otro plano de la realidad, fuera de los cauces normales, habituales. La Interpretación de los sueños tal vez sea el verdadero camino que nos conduzca al inconsciente. En otras palabras, la imágenes que aparecen durante el sueño, oportunamente ordenadas, ofrecen la posibilidad de seguir las huellas auténticas que pueden llevarnos a un conocimiento más profundo nuestra naturaleza.
Por otra parte, el hombre siempre se ha sentido fascinado por el misterio de los sueños y el estudio de los mismos. Desde el descubrimiento por Berger de la electroencefalografía, o registro en la piel del cráneo de las corrientes de acción del cerebro, las modificaciones de la actividad eléctrica cerebral han ocupado un lugar destacado en la descripción del sueño.
Fundándose en los datos proporcionados por el electroencefalograma, Loomis describió cierto número de fases del sueño, en correspondencia con la profundidad de este último, apreciados por el umbral del despertar, la disminución de la motilidad y del tono muscular del durmiente. Estas fases, caracterizadas por ritmos lentos, tanto más lentos cuanto el sueño es más profundo, constituyen el clásico sueño apacible. Las fases de organización se hacen en ciclos: sueño ligero, bastante profundo, y sueño muy profundo, ciclo que se repite varias veces cada noche.
En realidad, el ser humano, fabrica un sueño cada noventa minutos (de tres a cinco sueños en total), y es curioso que las mujeres "ven" más que los hombres, así como que las personas cultas ven más que las ignorantes, aunque no podamos descifrar todavía muchas de las fantásticas imágenes que percibimos.
Hace algunos años nació una compleja y, en parte aventurada, operación acerca de la mente humana. El resultado más clamoroso confirmó, sobre bases experimentales, la intuición de Freud, según el cual, el sueño es una válvula de seguridad de nuestra psiquis; sin dicha válvula, es posible que las enfermedades mentales estuvieran mucho más extendidas en la actualidad.
Los voluntarios que tomaron parte en esa operación acerca de la mente humana fueron tratados como verdaderos conejillos de Indias: tendidos en camillas expresamente acondicionadas, se les fijó al cuero cabelludo los electrodos de los encefalógrafos, mientras otros instrumentos colocados en las sienes y el pecho de los durmientes registraban, además de las ondas cerebrales, los latidos cardíacos, el ritmo respiratorio y los movimientos oculares bajo los párpados.
Por otra parte, el hecho de que los sueños precognitivos o premonitorios, o sea, los que se refieren a acontecimientos futuros, realizaciones o peligros de enfermedad, accidentes o muerte, sean tan comunes, ha llevado a muchos investigadores a pensar que, sin que sepamos el motivo, cada uno de nosotros se halla impuesto del futuro en un nivel inconsciente de nuestras mentes. Tal conocimiento, de modo anormal, permanece aprisionado en un estado subconsciente fuera del alcance de nuestra mente consciente.
Ciertas experiencias
Cuando oímos decir a veces que alguien ha tenido un sueño precognitivo, uno de esos sueños que vulgarmente llamamos "tridimensionales y en color", el perceptor no descubre posibilidades, sino auténticas realidades.
El ser humano suele tener atisbos sobre el futuro, generalmente en sueños, como al mismo tiempo otros pueden adentrarse en el pasado, lo que se conoce como retrocognición.
Se han logrado clasificar hasta cinco tipos de experiencias precognitivas:
- En el nivel más elemental encontramos la precognición subliminal. Algunas de éstas han salvado incluso vidas humanas.
- Viene después la trivial, que sólo se presenta poco antes del desarrollo real del suceso poco importante en sí.
- El sector de las precogniciones completas y significativas viene a indicarnos un poder mental no limitado por el espacio o el tiempo; también entran dentro de esta catalogación las previsiones benéficas y las nocivas.
- En una precognición benéfica, el "yo" trascendente puede hasta dramatizar un acontecimiento futuro, de tal manera que resulte una advertencia de reacción característica del "yo" consciente ante la crisis. Un ejemplo a tener en cuenta es el que relata la doctora Rhine y que fue publicado en varios libros y revistas de parapsicología anglosajones. El hecho ocurrió en el estado de Eashington, de EE.UU, en marzo de 1957:
Una joven madre despertó una noche a su esposo, ingeniero agrónomo, para contarle, muy asustada, una "pesadilla tenida momentos antes", pesadilla que la atormentaba hasta el pánico, como demostraba su estado. En tal horrible sueño se vio con toda claridad cómo la lámpara, grande y muy pesada, reliquia familiar de una época pretérita, que colgaba precisamente donde estaba la cuna con su hijita de pocos meses, caía encima, matando a la criatura. En el extraño sueño, "vio" con toda claridad cómo el aro de bronce que sostenía los brazos de la lámpara cercenaba las piernas de la niñita y uno de los pesados brazos la aplastaba instantáneamente la cabeza. En el sueño cuando ambos esposos corrían para averiguar lo sucedido, la esposa observó claramente que las manecillas del reloj que había sobre la repisa de la chimenea, marcaban las cuatro y treinta minutos. Dicho reloj, con sus descomunales agujas, se manifestó de forma muy clara, destacando sobre todo lo demás de la alcoba, como sobresaliendo exageradamente de la misma habitación.
El marido se echó a reír bromeando, al conocer el sueño tan disparatado de su mujer. Mas cansado, muerto de sueño, pronto dio la conversación por terminada y se durmió nuevamente. Tras unos minutos de angustia, la esposa, aun creyendo cometer una niñería, fue a la habitación contigua y en silencio, regresó con la niña, colocándola en la cama, entre ella y su esposo. Ya tranquila, y tal vez algo avergonzada por sus pueriles temores, se quedó apaciblemente dormida.
Dos horas más tarde, el joven matrimonio, se despertó bruscamente: un tremendo estruendo, algo insólito, los arrancó del plácido sueño. El ruido procedía precisamente de la habitación adyacente. Horrorizados, descubrieron que la lámpara, aquella pesada araña, había caído sobre la cuna, destrozándola en parte, al romperse una de las anillas que la sujetaban al florón del techo. Cosa curiosa: el reloj de la chimenea marcaba exactamente ¡las cuatro y media de la madrugada!
Otro hecho extraño es el que relatamos a continuación.
El doctor Gudden, de Mónaco, médico de cámara de Luis II de Baviera, acompañó al monarca al castillo de Berg al iniciarse su demencia, según narran sus biógrafos.
Próximo al castillo se halla el lago Stanberg, rodeado de un paisaje bellísimo y que, al parecer, era el paseo predilecto del soberano, al que siempre acompañaban el médico y otro ayudante.
Dice la historia, que antes de aceptar el encargo de médico acompañante de Luis II, el doctor Gudden comentó con algunos de sus íntimos amigos un extraño y angustioso sueño, en el que se vio sumergido en el lago luchando a brazo partido en las aguas para salvar la vida con un hombre cuyo rostro no le fue posible divisar.
El 13 de julio de 1886, eran extraídos del lago Stanberg los cadáveres de Luis II de Baviera y de su médico acompañante, el doctor Gudden. Estos hechos son verídicos, y cada uno de ellos fue muy comentado en el mundo en general.
Por otra parte, el hombre siempre se ha sentido fascinado por el misterio de los sueños y el estudio de los mismos. Desde el descubrimiento por Berger de la electroencefalografía, o registro en la piel del cráneo de las corrientes de acción del cerebro, las modificaciones de la actividad eléctrica cerebral han ocupado un lugar destacado en la descripción del sueño.
Fundándose en los datos proporcionados por el electroencefalograma, Loomis describió cierto número de fases del sueño, en correspondencia con la profundidad de este último, apreciados por el umbral del despertar, la disminución de la motilidad y del tono muscular del durmiente. Estas fases, caracterizadas por ritmos lentos, tanto más lentos cuanto el sueño es más profundo, constituyen el clásico sueño apacible. Las fases de organización se hacen en ciclos: sueño ligero, bastante profundo, y sueño muy profundo, ciclo que se repite varias veces cada noche.
En realidad, el ser humano, fabrica un sueño cada noventa minutos (de tres a cinco sueños en total), y es curioso que las mujeres "ven" más que los hombres, así como que las personas cultas ven más que las ignorantes, aunque no podamos descifrar todavía muchas de las fantásticas imágenes que percibimos.
Hace algunos años nació una compleja y, en parte aventurada, operación acerca de la mente humana. El resultado más clamoroso confirmó, sobre bases experimentales, la intuición de Freud, según el cual, el sueño es una válvula de seguridad de nuestra psiquis; sin dicha válvula, es posible que las enfermedades mentales estuvieran mucho más extendidas en la actualidad.
Los voluntarios que tomaron parte en esa operación acerca de la mente humana fueron tratados como verdaderos conejillos de Indias: tendidos en camillas expresamente acondicionadas, se les fijó al cuero cabelludo los electrodos de los encefalógrafos, mientras otros instrumentos colocados en las sienes y el pecho de los durmientes registraban, además de las ondas cerebrales, los latidos cardíacos, el ritmo respiratorio y los movimientos oculares bajo los párpados.
Por otra parte, el hecho de que los sueños precognitivos o premonitorios, o sea, los que se refieren a acontecimientos futuros, realizaciones o peligros de enfermedad, accidentes o muerte, sean tan comunes, ha llevado a muchos investigadores a pensar que, sin que sepamos el motivo, cada uno de nosotros se halla impuesto del futuro en un nivel inconsciente de nuestras mentes. Tal conocimiento, de modo anormal, permanece aprisionado en un estado subconsciente fuera del alcance de nuestra mente consciente.
Ciertas experiencias
Cuando oímos decir a veces que alguien ha tenido un sueño precognitivo, uno de esos sueños que vulgarmente llamamos "tridimensionales y en color", el perceptor no descubre posibilidades, sino auténticas realidades.
El ser humano suele tener atisbos sobre el futuro, generalmente en sueños, como al mismo tiempo otros pueden adentrarse en el pasado, lo que se conoce como retrocognición.
Se han logrado clasificar hasta cinco tipos de experiencias precognitivas:
- En el nivel más elemental encontramos la precognición subliminal. Algunas de éstas han salvado incluso vidas humanas.
- Viene después la trivial, que sólo se presenta poco antes del desarrollo real del suceso poco importante en sí.
- El sector de las precogniciones completas y significativas viene a indicarnos un poder mental no limitado por el espacio o el tiempo; también entran dentro de esta catalogación las previsiones benéficas y las nocivas.
- En una precognición benéfica, el "yo" trascendente puede hasta dramatizar un acontecimiento futuro, de tal manera que resulte una advertencia de reacción característica del "yo" consciente ante la crisis. Un ejemplo a tener en cuenta es el que relata la doctora Rhine y que fue publicado en varios libros y revistas de parapsicología anglosajones. El hecho ocurrió en el estado de Eashington, de EE.UU, en marzo de 1957:
Una joven madre despertó una noche a su esposo, ingeniero agrónomo, para contarle, muy asustada, una "pesadilla tenida momentos antes", pesadilla que la atormentaba hasta el pánico, como demostraba su estado. En tal horrible sueño se vio con toda claridad cómo la lámpara, grande y muy pesada, reliquia familiar de una época pretérita, que colgaba precisamente donde estaba la cuna con su hijita de pocos meses, caía encima, matando a la criatura. En el extraño sueño, "vio" con toda claridad cómo el aro de bronce que sostenía los brazos de la lámpara cercenaba las piernas de la niñita y uno de los pesados brazos la aplastaba instantáneamente la cabeza. En el sueño cuando ambos esposos corrían para averiguar lo sucedido, la esposa observó claramente que las manecillas del reloj que había sobre la repisa de la chimenea, marcaban las cuatro y treinta minutos. Dicho reloj, con sus descomunales agujas, se manifestó de forma muy clara, destacando sobre todo lo demás de la alcoba, como sobresaliendo exageradamente de la misma habitación.
El marido se echó a reír bromeando, al conocer el sueño tan disparatado de su mujer. Mas cansado, muerto de sueño, pronto dio la conversación por terminada y se durmió nuevamente. Tras unos minutos de angustia, la esposa, aun creyendo cometer una niñería, fue a la habitación contigua y en silencio, regresó con la niña, colocándola en la cama, entre ella y su esposo. Ya tranquila, y tal vez algo avergonzada por sus pueriles temores, se quedó apaciblemente dormida.
Dos horas más tarde, el joven matrimonio, se despertó bruscamente: un tremendo estruendo, algo insólito, los arrancó del plácido sueño. El ruido procedía precisamente de la habitación adyacente. Horrorizados, descubrieron que la lámpara, aquella pesada araña, había caído sobre la cuna, destrozándola en parte, al romperse una de las anillas que la sujetaban al florón del techo. Cosa curiosa: el reloj de la chimenea marcaba exactamente ¡las cuatro y media de la madrugada!
Otro hecho extraño es el que relatamos a continuación.
El doctor Gudden, de Mónaco, médico de cámara de Luis II de Baviera, acompañó al monarca al castillo de Berg al iniciarse su demencia, según narran sus biógrafos.
Próximo al castillo se halla el lago Stanberg, rodeado de un paisaje bellísimo y que, al parecer, era el paseo predilecto del soberano, al que siempre acompañaban el médico y otro ayudante.
Dice la historia, que antes de aceptar el encargo de médico acompañante de Luis II, el doctor Gudden comentó con algunos de sus íntimos amigos un extraño y angustioso sueño, en el que se vio sumergido en el lago luchando a brazo partido en las aguas para salvar la vida con un hombre cuyo rostro no le fue posible divisar.
El 13 de julio de 1886, eran extraídos del lago Stanberg los cadáveres de Luis II de Baviera y de su médico acompañante, el doctor Gudden. Estos hechos son verídicos, y cada uno de ellos fue muy comentado en el mundo en general.
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